lunes, 3 de agosto de 2020

A LA CONQUISTA DEL OESTE

Por Jorge Daniel Testori

Éramos los dueños de los arroyos, del monte, de los frutales, mojarritas y torcazas, éramos cazadores de cuises y pescadores de anguilas, propietarios de precarias embarcaciones, de hábiles gomeras y desafiantes rifles de aire comprimido.

La costa era nuestra, éramos los amos del este del territorio.

Del otro lado, el oeste, lo desconocido mas allá de las vías del tren que traqueteaba paralelo a la calle Bossinga, la nada misma.

La calle Bolivia llegaba hasta la calle 25 de Mayo y un alambrado bajito delimitaba la cancha de fútbol del Club 25 de Mayo, un simple campo de juego donde pastaban tranquilos los caballos, con sus dos arcos de madera y una especie de vestuario de bloques, destruido y sin techo.

Al final, casi llegando a la supuesta calle Uruguay el arroyo "La Fama" y el puente metálico donde jugábamos saltando de durmiente en durmiente especulando con el paso del tren.

La conquista del oeste consistía en meternos por esos campos, tener cuidado con las nutrias del otro lado del arroyo, juntar acelga para las ravioladas o bosta para las quintas y pescar y cazar esas enormes ranas para el estofadito que preparaba mi mamá.

No era fácil, el barro, los charcos y los pinchudos cardos arruinaban las zapatillas y las medias de strich que regresaban emplumadas a la pileta de lavar.

A veces jugábamos algún picadito en la cancha, aunque nunca juntábamos el número para formar dos equipos de once o se metía un caballo retobado y nos arruinaba la partida.

Así fuimos poco a poco conquistando el oeste, hasta que las máquinas y el cemento nos invadió cuando nacieron nuevos barrios de departamentos, primero el "5 de Mayo", luego "UOM" y los otros que fueron poblando nuestros territorios infantiles.

Pero ya éramos mas grandes, jóvenes, casi hombres.