Un 16 de marzo como hoy, pero hace ya 25 años,
se escribía uno de los capítulos más gloriosos en la historia deportiva de
Defensores de Cambaceres al alcanzar el título de campeón y el primer
ascenso a la Primera “B” metropolitana. Se cristalizaba el sueño de varias generaciones,
tras varios intentos que habían terminado en frustraciones.
Allá por 1990, el Rojo llegó a la final del
octogonal y perdió la chance en la cancha de Estudiantes, al caer 1 a 0 frente a Argentino de Rosario. Era
la tercera oportunidad que se escapaba en los últimos cuatro años. Llegar a la
“B” era una obsesión y un objetivo que parecía inalcanzable.
Por eso afrontó la temporada 90/91 con la idea
de armar un equipo que pudiera pelear el campeonato. Y llegaron refuerzos de
jerarquía para la divisional. Diego González, Manuel Vázquez, Raúl Ramírez,
Roberto
Bellomo, Osvaldo Quiroga y Alberto Batallini se incorporaron para
reforzar a un plantel que ya tenía una base de jugadores con Gebel, Aragón,
Acevedo, Scrignar, Haramboure, Calderón y Edgardo Gómez, entre otros. Daniel
Arrambide seguía en la dirección técnica, acompañado de un excelente profe como
Luis Canay.
Rápidamente y con el correr de las fechas, este
equipo marcó su impronta en el campeonato. Su juego vistoso y ofensivo se notó
en casi todas las canchas y supo sacar diferencias notorias con sus rivales.
Llegado al final de la primera rueda, lo
encontró en la primera colocación, teniendo como rivales por el título a
Defensores de Belgrano, Excursionistas,
Sarmiento de Junín y Luján. Llegó a estar 19 fechas invicto, récord histórico
en la institución.
El receso de ese año lo llevó a realizar una
pretemporada inédita en Miramar y a la vuelta a la competencia, en pleno
febrero del 91, sorteó dos encuentros claves. Empató como visitante ante Luján
2 a 2, tras ir perdiendo 2 a 0, y venció en Ensenada a su perseguidor,
Excursionistas, por 3 a 1.
De esa manera se encaminó hacia el título. Era
cuestión de fechas. Nada hacía presagiar una hecatombe. El paso del Rojo por el
torneo era arrollador.
El triunfo como local ante Lugano por 5 a 1 y
la derrota de su escolta, por entonces Sarmiento, le abrieron la chance de
consagrarse cinco fechas antes (¡sí cinco fechas antes!) de concluir el
certamen.
El 16 de marzo, precisamente, debió viajar a
Junín para enfrentar al “Verde” que hoy está en Primera División.
Un día antes la delegación emprendió, en un ómnibus
de Turismo La Plata, el traslado hacia la ciudad de Chacabuco, donde esperó la
noche previa al partido decisivo en el Hotel Italia. Haramboure y Calderón, que
estaban lesionados y no iban a jugar, también formaron parte de la misma por
pedido del entonces presidente José Riccione.
El encuentro en Junín se jugó ante un buen
marco de público y unos 400 ensenadenses que poblaron de Rojo uno de los
sectores de la tribuna lateral del estadio “Eva Perón”.
El primer tiempo no fue favorable para el Rojo,
que terminó perdiendo por 1 a 0. Pero lo mejor estaba por venir.
A poco de comenzado el complemento, Manuel
Vázquez hizo una jugada fantástica dentro del área y marcó el 1 a 1. Pero unos
minutos después Sarmiento volvió a ponerse en ventaja. Sin embargo, Defensores estaba dispuesto a llevarse el
título. Era su día. Y con enorme personalidad lo fue a buscar. Héctor Aragón,
el gran estratega de este conjunto, marcó el 2 a 2 con un toque sutil, y a un
minuto del final el propio Aragón marcó el tercer tanto que desató la euforia
de todo el Mundo Rojo. Carlos De los Santos, el mismo árbitro que había
controlado el último ascenso del 84 de la D a la C, adicionó tres minutos que
parecieron interminables. El pitazo final pareció emitir un sonido de otro
mundo. Era el sonido que decretaba el final de tantos años de frustraciones y
provocaba el ansiado ascenso a la “B” metropolitana. Los jugadores se
confundieron en un abrazo interminable y corrieron hacia el sector donde
estaban los hinchas que se colgaban del alambrado y no podían creer lo que
estaban viviendo. Brotaban las lágrimas de emoción. Y en medio de un clima
bélico y de algunas piedras que arrojaban los hinchas locales, el plantel se
dio el gusto de dar la vuelta olímpica. Después debió esperar casi media hora
en el campo de juego para poder llegar a los vestuarios y continuar con la
celebración. El “dale campeón, dale
campeón” atronó en los camarines. Lo recordamos como si fuera hoy. La vuelta a Ensenada se hizo más lenta de lo
esperado, ya que la delegación pasó por la Basílica de Luján para agradecer a
la Virgen y compartir una cena íntima en un restaurante de esa ciudad.
Los festejos siguieron toda la semana y
tuvieron su epicentro en el “12 de octubre”, al partido siguiente. Seis mil
espectadores llenaron el estadio como pocas veces ocurrió en los últimos años
para gritar y aplaudir a los campeones y vibrar con la ansiada y merecida
vuelta olímpica. El partido contra Tristán Suárez fue un paseo del Rojo, que se
floreó con un contundente 6 a 0. La alegría siguió por las calles de la ciudad
y duró varios días.
25 años de un logro histórico. Como no
emocionarse al escribir estas líneas y recordar un hito trascendente en la
historia de la institución.