El Ruso estaba armando su equipo. Había pasado el partido con Lanús, por la Copa Argentina, el último que le había tocado dirigir, y buscaba tomarse revancha por ese ascenso que se había negado un año antes tras una formidable e histórica campaña.
Jamás hubiéramos imaginado un desenlace así cuando se conoció la noticia de su internación. Camba era, después de sus hijas y su familia, su gran amor. Había sido Bicampeón como jugador en la temporada 98/99 y buscaba el logro como entrenador.
Se nos fue un amigo con el que teníamos un diálogo permanente y que hasta último momento hizo un esfuerzo para estar juntos a sus jugadores como fue en aquel amistoso en Estancia Chica, la última vez que lo pudimos ver.
Ya no está físicamente, pero su recuerdo sigue latente en el “12 de Octubre”, como las cenizas esparcidas en el campo de juego y en el Monolito de los Campeones.
¡Ruso querido, nunca te olvidaremos!