Por Emiliano Roskell
Sin lugar a dudas, Defensores de Cambaceres es sinónimo de
Ensenada. Y quedó demostrado con la gran caravana de hinchas, socios y
simpatizantes que recorrieron el largo camino de la ilusión por la
autopista La Plata-Buenos Aires, con alegría, pasión y sentido de pertenencia a
flor de piel.
Lo viví en primera persona, viajando con un grupo de personas en donde se destacaban mujeres, niños y niñas, quienes contagiaban con sus cantos claros himnos de Cambaceres, la pasión y lo que es en sí el rojo o el orgullo ensenadense.
Poco importaba el resultado
del partido, ya que vivir en primera persona nuevamente el desarrollo
de un torneo federal a lo cual se permita que se conozca en todo el país
quien es Cambaceres, no tiene explicación, hay que sentirlo. Y eso me pasó a mí viajando en la caravana con mas pasión y sentido de pertenencia que jamás haya
visto.
Con respecto al partido, hubo
unos magníficos 45 minutos que dignificaron la labor realizada por los 11
guerreros puestos en cancha por su DT, Carlos Da Ponte. Se le plantaron en el
campo de juego a un Lanús en el cual jugaba un mix entre suplentes juveniles y
muchos titulares.
El plan del rojo salió de
forma excelente, demostrando que con un trabajo persistente se puede estar para
grandes cosas, y a pesar de las adversidades hay que saber levantarse y seguir
trabajando en pos de la ansiada recompensa, una de las cuales es sin lugar a
dudas el aguante a pesar de todo y eso se traduce en convertirse en el
orgullo de toda una ciudad, y en este caso, Ensenada.
Después los segundos 45
minutos están fuera de todo análisis porque Cambaceres hizo lo que pudo hasta
donde le dio el físico. El resultado final abultado es algo anecdótico ya que
lo que realmente hay que destacar es que la perseverancia en la marca, la
concentración e ir siempre al frente tanto en ataque como en defensa se
convirtieron en los baluartes de un orgullo ensenadense llamado Defensores de
Camabaceres.