En el “12 de Octubre” se vivió una fiesta que hace mucho tiempo no se vivía. Fue una fiesta con todas las letras, alejadas de aquellos temores por las sufridas promociones. Similares en efervescencia por los viejos títulos del 90/91 y del bicampeonato 98/99. El reducto de camino Rivadavia y Quintana lució como en sus épocas esplendor, con tribunas repletas, con mucho colorido, con mucha pasión.Ya desde hora temprana hubo gran movimiento en las adyacencias del estadio. En el barrio 5 de Mayo un numeroso grupo se juntó para almorzar y vivir la previa. En los otros barrios de la ciudad, la gente se fue reuniendo para partir a la cancha. “Juega Caldera para Camba” era la frase más escuchada. Y los que pasan los 40 años, recordaron aquellos goles de Calderón en la “C” y en la “B”. Y los más chicos vivieron la ansiedad de observarlo por primera vez con la del “Camba”.
Los alambrados que rodean al campo de juego mostraron todo el colorido de las viejas banderas y de las nuevas que fueron especialmente confeccionadas para la ocasión.
De a poco, las tribunas se fueron poblando. Vimos a mucha gente que hacia rato no aparecía por estas latitudes. Gente que, incluso, hizo varios kilómetros para vivir este momento especial. Familias enteras. Padres con sus chicos y la camiseta del “Camba”. De repente las tribunas se fueron llenado de globos rojos. Miles. Un colorido estupendo. Calderón llegó al estadio a las 13.50, en una camioneta y con parte de su familia. Firmó autógrafos, fue seguido por las cámaras de televisión y después se metió en los vestuarios.
Los alambrados que rodean al campo de juego mostraron todo el colorido de las viejas banderas y de las nuevas que fueron especialmente confeccionadas para la ocasión.
De a poco, las tribunas se fueron poblando. Vimos a mucha gente que hacia rato no aparecía por estas latitudes. Gente que, incluso, hizo varios kilómetros para vivir este momento especial. Familias enteras. Padres con sus chicos y la camiseta del “Camba”. De repente las tribunas se fueron llenado de globos rojos. Miles. Un colorido estupendo. Calderón llegó al estadio a las 13.50, en una camioneta y con parte de su familia. Firmó autógrafos, fue seguido por las cámaras de televisión y después se metió en los vestuarios.
Pero el momento sublime de la tarde fue la aparición del equipo al campo de juego. Un grupo de jóvenes y bellas porristas saludó la entrada. Esperaban en el centro dirigentes y el intendente Mario Secco. Explotaron cientos de bombas de estruendo, cayeron un montón de papelitos, el humo rojo brotó de las tribunas. “Calderón, Calderón”, bajó desde todos los costados. Y ahí estaba él, el protagonista de tanto alboroto. Con la 9, como siempre, como antes, como en el 92, cuando fue su último partido aquel 25 de agosto contra Deportivo Armenio. Levantando los brazos, dejando caer alguna lágrima por su mejilla. Era su tarde, la tarde del reencuentro con sus afectos.