Nunca en la historia entre Cambaceres y Villa San Carlos existió un partido de tanta trascendencia. Nunca hubo tanto en juego entre los dos equipos más representativos de dos ciudades que se mantienen en vilo por la pasión que despiertan dos colores, dos camisetas. La Villa tiene mucho más para ganar, está muy claro. Por primera vez en sus 84 tiene al alcance de la mano un ascenso a la Primera B, y ante el propio Cambaceres. Pero el Rojo tiene una gran posibilidad, ganarle el clásico más importante de la historia, y construir ante todas las adversidades, su propia hazaña. Un clásico increible y apasionate. Unico e irrepetible. Pero por sobre todas las cosas: un auténtico partido de fútbolPor Berisso y Ensenada no se habla de otra cosa. Aunque por un ratito la indignación por la organización que defiende solo sus intereses y nunca de la gente de haya llevado los comentarios. En La Plata, donde siempre se miró superficialmente a "los patios traseros la región", por un momento vuelven su vista sobre ellos. La Villa y el Camba tenían que quedar mano a mano en una definición de campeonato para que los paracaidistas especialistas en exitismo les dieran "algo de bola". Después del furor y del desasnamiento (insisto, los de camiseta celeste son de San Carlos, y los de casaca roja de Cambaceres) acerca de los colores, la caras de los jugadores y la olvidada realidad del fútbol de ascenso, volverá el vedetismo del fútbol de elite. Con sus artificialidades cada vez más alevosas. Con sus negociados cada vez más evidentes, a la vista de cualquiera. Pero vende más mi amigo. Y como diría algún empresario devenido en directivo de algún medio (o de todos): "esto es plata, no es amor". Que paradoja. Mirá vos, Villa San Carlos y Cambaceres es justo al revés: "es amor, no es plata". Algo así como la historia del fútbol pero al revés. Empezó siendo como es el ascenso, terminó, o está terminando como una picadora de carne, de donde los canívales se matan por las migajas de un gran negocio, del que encima ni siquiera participan. Hace ya muchos años, un genio de la literatura como Jorge Luis Borges, declaró a través de uno de sus maravillosos cuentos, que el último partido de fútbol de verdad se había jugado en 1937. En ese cuento un dirigente estaba convencido de lo que muchos sospechamos sucede con el fútbol-espectáculo: "No hay score ni cuadros ni partidos. Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña? El último partido de fútbol en esta capital se jugó el 24 de julio del 37. Desde aquel preciso momento, el fútbol, al igual que la vasta gama de los deportes, es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman".Dificil contradecir tanta sabiduría describiendo al fútbol de mercenario de hoy. Pero que lindo saber que todavía hay sobrevivientes de tanta farsa. Este San Carlos-Cambaceres, como todos los otros que se jugaron, aun conserva la pureza de lo artesanal. Como un cerco de resistencia a tanta miseria organizada. Este clásico de una parte de la ribera olvidada por años, mantiene el aura de lo auténtico. De una esencia que al fútbol le bastardearon. La sangre del potrero, del barrio contra barrio. De la camiseta y sus colores. Tiene el más puro de los sentimientos: el anónimo. El otro, el mediático, con hinchas que miran la cámara antes de emocionarse, ya también hace rato que se transformó en un negocio más.Dicen que los iluminados no necesitan mucho tiempo de observación para descubrir y tener revelaciones brillantes. Debe ser por eso que Borges, que nunca le prestó mucha atención al fútbol, imaginó que esta expresión popular iba a estar en manos de tantos mediocres. Y que la mayoría de sus comunicadores iban a ser los portadores de esa mediocridad. Es entonces cuando adquiere tanta vigencia su idea de que el último partido de fútbol se jugó en 1937.Sin embargo, este lunes, en la vieja cancha de Gimnasia se verán las caras La Villa y el Camba. Jugarán por amor a la camiseta, por amor al barrio y a sus hinchas que solo les piden que protejan su honor. Jugarán por el honor, y no habrá ningún interés intruso que lo ensucie. Aunque sea por un rato va a parecer que estamos en el 37.Y aunque habrán muchos testigos más acostumbrados a los fuegos de artificio que al barro, hasta ellos descubrirán que todavía existe el fútbol de verdad. Si. Un verdadero partido de fútbol en pleno 2009.Aunque usted no lo crea. Y aunque ni el mismo genio de Borges lo haya podido imaginar...