La pelota pegaba en el palo, la sacaban en la línea. Se jugaba, por momentos bien, se hacían meritos pero no se podía ganar. A veces, a la fortuna, hay que darle una ayuda. El Rojo no podía ganar desde hacía 4 partidos, tenía 6 puntos sobre 21 posibles. Algo había que hacer. Claro está, desde la lógica y la razón, afinar la puntería, buscar variantes, tener contundencia. Pero también hubo una ayuda extra en este triunfo ante Alem. Minutos antes del partido, con los jugadores ya cambiados para ingresar a la cancha, entró al vestuario el Padre Gustavo Palomeque, de la Iglesia Nuestra Señora de La Merced, habló con los jugadores y realizó una bendición. Lo cierto es que el Rojo hizo un buen partido y volvió a la victoria. El mérito fue de los jugadores y del cuerpo técnico, pero hubo un estímulo espiritual…