Por Martín Ortíz
Cuando parecía que entraba en un terreno peligroso, y cuando las 5 fechas sin victorias comenzaban a hacerse pesadas, Camba metió dos triunfos claves y refrescó la mística ganadora que en el torneo pasado lo tuvo encumbrado.
Estaba en un momento crucial. O empezaba a ganar, y repuntaba justo a tiempo, o se empezaba a hundir en la intrascendencia. O lo que es peor, en la decepción. Por coraje y orgullo, se covenció a si mismo que la primera
opción era posible y le ganó al CADU, hace una semana, y a Liniers, el sábado. Para volver a creer. Nada menos…
Le ganó a Liniers sencillamente porque fue más. De punta a punta. Aunque hubo ratos en los que no la pasó bien, y hasta tuvo que apelar a ciertas dosis de fortuna (un tiro en el palo de Rizzo) para salvar la ventaja que Kissner le dió casi desde el comienzo del partido. Pero fue más como equipo. Desde la forma de encarar el partido, convencido de ganarlo, hasta la manera de pararse en la cancha.
LOS NERVIOS DE LINIERS CONTRA LA LUCIDEZ DE CACHETE Y KISSNER
Liniers fue un equipo desesperado. Casi desde antes del gol de Kissner, que marcó también por la indeseada complicidad de Monllor. Marcó con tres defensores y tuvo una liviandad manifiesta de la mayoría de sus mediocampistas. Pero Cambaceres contó con dos jugadores desequilibrantes. Uno fue Nicolás Kissner, el increíble verdugo de Villegas, que convierte cada vez que pisa ese escenario.
El otro fue cachete Casanova, recuperado al punto de volver a convertirse en el mejor exponente ofensivo del equipo. Autor de 2 de los 3 últimos goles que cosecharon los 6 puntos en juego. Y dueño de una pegada asombrosa para la media de esta divisional. El penal que le hicieron y que él mismo convirtió en gol, fue toda una demostración de su buen momento. Cachete la construyó, y él mismo fue a terminarla hasta exigir el burdo penal del defensor de Liniers. Como broche, en la doble ejecución por invasión, mostró la amplitud de recursos en la ejecución de penas máximas.
CARDOZO Y ARÉBALO FUERON LOS OTROS 2 PUNTALES
De Daniel Cardozo no sorprende. El volante ha mostrado ser el dueño apropiado de ese sector de la cancha. El otro puesto se lo disputan Molina Ríos y Jones, sin dueño aparente a la vista, puesto que el paraguayo alterna demasiados altibajos. Di Biasi, esta vez, estuvo más abocado a las subidas del “pelado” Aversa, que a su propia creación.
El que si llamó la atención fue Arébalo. Transitando con seguridad el partido como hacía rato que no le veíamos. Porque en una defensa en la que los laterales no se mostraron seguros, salió a cortar casi siempre con determinación, y sin exponer limitaciones, hizo solo lo justo y necesario, para tratar de cumplir con la prioridad de un defensor: mantener la pelota lejos de Arias Navarro.
En los extremos del equipo quedaron Benavente en la defensa, y Fede Castro en ataque. Ninguno de los dos se destacó. Ninguno de los dos desentonó.
Ya lo dijimos, Camba la retomó justo cuando la encrucijada era inminente. O levantaba o se caía. Se levantó. Es cierto que lo hizo ante rivales que venían heridos. Pero también lo es que nunca es sencillo lograrlo. Ahora viene Midland, que también llega herido. Y que significa mucho, como revancha, después de aquella maldita eliminación.
Camba recuperó la confianza, y le ganó a Liniers, con la misma decisión que había arrancado el torneo. Necesita sostenerlo. Y puede sostenerlo.