Por Jorge Daniel Testori
La mayor felicidad para los ensenadenses ha sido un sí por el crecimiento y desarrollo de la ciudad, que ha tenido sus bemoles pero fue sostenido y realizado con el esfuerzo de todos.Mi lugar en el mundo con el sol de sus playas, el ritmo de sus fábricas entre el sincopado golpear de martillos y un abrir y cerrar de válvulas, los graves sonidos de los barcos en el puerto y los agudos chillidos de gorriones con guardapolvos blancos al salir de las escuelas, música de trabajo y estudio, redobles de históricos tambores y metralla en las heroicas gestas desde antes del nacimiento de la Patria,
cánticos de gol desde las tribunas rojas del Defe de Cambaceres, orgulloso y respetuoso requiem de la ciudad madre de ciudades que entregó a muchos de sus hijos en la lucha por el regreso de la democracia y los derechos del hombre, sinfonía hermosa e inconclusa dispuesta en su partitura a aceptar incluir en su pentagrama nuevos acordes, bellas notas de inspiración genuina, figuras redondas, blancas, negras, corcheas y fusas, porque desde sus orígenes y como lo grafíca el color rojo de su bandera, la Ensenada de Barragán es símbolo de la fusión de razas y la palabra misma ensenada que significa "en su seno", da abrigo, alimento y protección a todas las personas de buena voluntad.