Por Jorge Daniel Testori
A priori, un soltero o solterón como yo, piensa "¡llegó
diciembre!" y nos frotamos las manos como ilusos saboreando por disfrutar
la joda, fiestas, aguinaldo, sueldo y vacaciones.
Pero el ser humano, hasta los solteros, somos animales gregarios y tenemos familia y por lo tanto, ritos por cumplir aunque no nos gusten.
Llega Navidad y nos juntamos todos, entonces abrir la
cueruda y poner para bebida y comida, un dineral y para colmo, los sobrinos menores
no cuentan aunque morfen como marabuntas mientras los abuelos jubilados o se
hacen los sordos o para no deprimirlos más de lo que lo hace el Estado, los
obviamos a la hora de gatillar.
Ni hablar si hay un cuñado o tío que se quedó sin laburo o
se jubiló recientemente y no cobra hasta finalizar el trámite.
Así que chau aguinaldo Jorgito.
La cosa no termina allí, el 24 a la noche la pandilla de
marabuntas espera y exige regalos que por más simples que sean los obsequios
cuestan lágrimas y días de vacaciones menos para mis esfumados paseos por el
Caribe.
Y de remate, entre los excesos de brindis, besos y abrazos,
el sueldo ya menguado, llega la melancolía de la madrugada con alguno de la
parentela semi bebido que en su charla trastabillante nos confiesa su tremendo
problema económico que me deja nocaut con un atroz pechazo que me deja sin esos
poquitos dólares de resguardo y los veo esfumarse para siempre.
Chau fiestas, chau aguinaldo, chau sueldo, chau vacaciones.
Feliz Navidad.