Tal vez ya sea demasiado tarde. Al menos para salvar la categoría en esta penosa temporada en la que Cambaceres sumó nada más que 23 penosos puntos. Pero nunca es tarde para tratar de reflotar el viejo orgullo por los jugadores que visten la camiseta del Rojo a la que tantos hinchas aman. Esa es la conclusión que extrajimos después de ver esta previsible pero honrosa derrota por 2 a 1 ante el casi campeón All Boys. Por eso, los interminables aplausos con los que los hinchas despidieron al equipo, son todo un símbolo.
El destino final ya parece irreversible. Este Cambaceres ahora integrado en su mayoría por pibes que tiene que ponerle el pecho a años de frustraciones futbolísticas y a una paupérrima campaña como la actual, tendrán en pocos días, el desagradable episodio de soportar ser los portadores con sus nombres propios del desencadenante tan temido: el descenso a la Primera C. No lo merecen por todo lo que vienen haciendo en los últimos partidos en los que paradógicamente, se consiguió lo que nunca antes se había hecho; un estilo de juego, una actitud aguerrida, un equipo de hombres, aún cuando contradictoriamente en su mayoría, son juveniles.
La gente no es tonta. Cuando desde el campo de juego se riega la cancha con sudor y ganas como lo viene haciendo el Rojo de Borgarelli desde hace ya varias jornadas, entiende que el reconocimiento debe trascender los resultados. Y que los resultados a veces son el descenlace de algunas diferencias insalvables, como las que hay entre este All Boys que tiene un pie en la B Nacional, y este Cambaceres que tiene otro en la Primera C.
Diferencias que solo se vieron en el resultado y en la inercia jerárquica con la que los jugadores del Albo lo consiguieron. Porque el resultado moral, por despliegue, concentración y ganas, debió haber premiado a Cambaceres al menos con un empate. Sobre todo teniendo en cuenta los potenciales, y que hizo cada uno con ellos. Mientras que All Boys salió a jugar a media máquina, y especulando con que por el propio peso específico de sus individualidades como Estefanato o Zárate, iba a ganar tarde o temprano; el Rojo forzó la máquina al máximo de sus posibilidades e hizo de tripas corazón. No le alcanzó para llevarse algo porque le faltó crear más peligro, y porque tuvo 2 desconcentraciones fatales en sendos goles (2 córners envenenados en los que ni Arana ni los defensores reaccionaron bien). Pero por situaciones de gol y temperamento, el resultado fue mentiroso.
Un primer tiempo exitante, con Cambaceres cambiando golpe por golpe y reaccionando rápidamente tras el primer gol de los de Floresta. Con un emotivo empate como fue el gol de Seevald, tras un córner en el que un defensor de All Boys se la peinó sin querer al segundo palo, y "el huevo" conectara certeramente de cabeza. Con llegadas en los dos arcos, y con Defe peleando en el medio con el despliegue de Gamberini y Banegas (el lunar fue el flojo rendimiento de Martínez Smith que no justificó nunca su presencia). La apuesta para la velocidad de los "rapiditos" Ferreyra, Ladogana y Rubeis, y una defensa expuesta al límite, sobre todo porque nunca pudieron marcar de cerca al grandioso "chino" Zárate.
En ese libreto, Camba se llevaba un punto y una esperanza al descanso pero la derrochó cuando en otro córner Fayart cabaceó bastante cómodo en un primer palo que no fue de nadie. Eran mucho dos golpes para reponerse, pero...en el segundo tiempo el equipo de Borgarelli iba a seguir dando lucha. Y eso fue lo que pudo dar, mucha lucha. Sin demasiado fútbol pero con todo el empuje necesario. Lo de All Boys fue realmente muy pobre, al punto que ni siquiera se sintió ganador cuando a los 30 y a los 32, fueron expulsados Gamberini y Ferreyra respectivamente. A propósito de ellos, la del "gato" nos pareció que fue una avivada de Zárate, impresionando al mal árbitro que es Stoklas, para que le ponga la segunda amarilla.
Con 9 jugadores ya no le iba a alcanzar para levantar el resultado. Pero si al menos le alcanzó para exponer la mala tarde que redondeó un desconocido All Boys al que le costó ganar mucho más de lo que creía. Es cierto, como consuelo es muy poco, casi nada. Porque el descenso acecha y parece ya más una realidad que un problema.
A los que si les alcanzó fue a los muchos hinchas que presenciaron el partido. Para reconocer en estos pibes y en los otros, una identificación con su camiseta como hacía años que no les ocurría. Vayas paradojas del fútbol; justo viene a suceder cuando llega esta desgracia futbolística. Son esos raros designios del fútbol que nunca podremos develar. Ahora que encuentra el rumbo, no le alcanza para torcerlo.
Por Martín Ortiz (www.lasvocesdelascenso.com.ar)