Con angustia, con sufrimiento, con el corazón en la mano,
Argentina cumplió con una obligación: meterse en los octavos de final de la
Copa del Mundo. Estuvo a minutos de consumar una enorme frustración. El gol de
Marcos Rojo le dio vida, lo puso otra vez en carrera, después del papelón
contra Croacia.
Argentina jugò un buen primer tiempo, apareció Messi como no
lo
había hecho hasta el momento y con un gol de su sello puso el merecido 1 a
0.
Pero el complemento trajo el sorpresivo (e injusto penal) de
Nigeria y el equipo se llenó de dudas. Comenzaron a pesar las piernas, sobrevolaron
los fantasmas y la eliminación estuvo a minutos de consumarse. Pero Rojo tuvo
su chance y no la desaprovechó.
Con lo justo, con dramatismo, Argentina hizo lo que tenía
que hacer. Ahora empieza otra historia. Los mano a mano, el matar o morir.
Ahora se viene Francia. Ojalá estemos a la altura.