Por Jorge Daniel Testori
Un potrero es cualquier terreno descampado, un campo de
juego improvisado donde no importan sus medidas, ni sus condiciones...tal vez
con un árbol en medio, tal vez con una zanja que había que eludir o quizá con
un caminito precario por donde transitaban los vecinos. Allí niños y jóvenes
aprendimos a jugar al fútbol.
Con arcos más o menos aceptables, de pura tierra y polvo el
terreno ya que el pasto era cercenado por las continuas pisadas de zapatillas o
algún privilegiado par
de botines y las líneas de cal, allí jamás existieron.
Con una pelota y en esos campitos en baldíos, plazas y
parques nacieron las gambetas, el dribleo, las fantasías y contorsiones que
maravillaban a ocasionales transeúntes.
El potrero era el espacio para hacer amigos, entre el amor y
el odio, la bronca de perder y la alegría de ganar, bajo el sol o mejor aún
bajo la lluvia y más que nada era el potrero la tranquilidad de los padres y
madres, sabiendo que "el nene fue a jugar a la pelota al campito".