domingo, 18 de octubre de 2020

CHIROLA DIO SU "ULTIMA VUELTA" CON EL ALMA


Por Gabriel “El Colo” López

No hay de qué lamentarse, porque diste todo, aunque tu hinchada querida de Defensores de Cambaceres hubiera preferido que aguantes un año más, hasta el 12 de octubre del 2021 para que puedan volver a aplaudirte en el centenario del club, donde fuiste un caso aparte: campeón como futbolista en 1984 y como entrenador de la máquina que desembocó en el profesionalismo en 1991 (5 fechas antes, 9 puntos sobre el segundo, la sirena de autobombas, petardos y hasta un payaso bailaban en la cancha de Ensenada).

Ahí donde llegaste con una mano atrás y otra adelante, para estrechársela a Héctor Oscar Massa, que te dio un cacho de posibilidad para desarrollar tu pasión. “Usted se queda, Arrambide, me puede servir”. Y así fue que arrancaste la historia con los cortos y las piernas de pulpo con 164 partidos, “con 12 goles y 8 expulsiones”, como me informa Juanchi Guerra, otro amante del color rojo de la sangre.

Pero vos, Daniel Emir Arrambide, no saliste de la ribera, ni del barrio Mosconi, ni te mandaste la escuela de vida en un Pettirossi o un Belgrano, no, vos eras bien de La Plata. ¡De Gimnasia y Esgrima La Plata! De un Lobo que andaba revolcado en los potreros de la B apenas volvía a arrancar en segunda, en 1980, y bien que festejaste tus dos goles en el Bosque, contra Villa Dálmine y ni hablar el cabezazo que les dio la victoria 1 a 0 contra Nueva Chicago.

Te quedaste a vivir en “Camba”. Se recuerda también un paso intermedio en Argentino de Quilmes, hasta que un jueves firmaste en El Rojo. Los primeros días volvías en auto con el mítico Osvaldo “Patota” Potente y “Cacho” Massa que iban para Buenos Aires y te dejaban en Villa Elisa. Colgaste los botines en 1989 y al toque la Comisión Directiva (con el doctor Lopetegui y el ingeniero Riccione) confiaron en tu seriedad, tus ganas, tu palabra sobria y seria, para entregarte la dirección del equipo. El debut tuvo final perdida, en 57 y 1, aquella tarde en que se llevó el ascenso Argentino de Rosario por el octogonal. Pero la herida se suturó y con qué estirpe de grande, siendo los campeones en el siguiente torneo largo, de bandera a bandera.

Hoy la noticia roció hasta dejar sin palabras a quienes no sabían de tu enfermedad. Recordé que uno de tus jugadores te hacía “el relevo” en esas bravas de la vida, para reemplazarte con el laburo. Lo supe desde hace un año, tras una noche de mesa extendida en un club de barrio, donde Fernando Rossi ya no pudo con sus lágrimas. Pero me marcó algunos de tus secretos, tu valor como persona, el no querer ayudas raras salvo cuando hiciera realmente falta. Te la bancaste “Chirola” como te enseñó el hecho de jugar como número 5, estando cerca de todos, apoyando, cooperando, siendo digno en la victoria o la derrota. Con la mirada parca, sí, pero con el chiste breve y sublime que se curte en la camilla de un vestuario.

¿De qué muerte me van a hablar…? Si los que deja de funcionar es nada más que la cáscara, la carcaza, la marioneta, la chirola que lleva el alma para expresarse en una vida… Y como yo creo en una próxima, el alma de Daniel Arrambide sigue volando, buscando otra vuelta con aplausos, sirenas de autobomba, petardos y payasos… pero en el más allá, donde la vida tiene seguro un buen porvenir para quienes fueron buenos.