Por Martín Ortíz
Cuando ese increíble árbitro de fútbol llamado
Fernando Velarde pitó y marcó la derrota, varios jugadores de Camba quedaron hincados o tirados en el suelo. No
fue caprichoso. Era todo un símbolo. De este momento. Y de cómo los jugadores
siguen sintiendo fortaleciendo una causa. Pero también esa causa los sigue
desgastando.
El desgaste se siente en el día a día, pero
cuando llega la hora de los partidos, los jugadores representan su orgullo en
la cancha. Entregando todo, y ponen en cada rincón del
terreno, una gota de
sudor que justifica la causa.
El fútbol ausente
En el primer tiempo en Loma Hermosa vimos un
Cambaceres inconexo, con jugadores muy distanciados entre sí, y obligados al
pelotazo por dicha distancia, que le permitió a la defensa de Jota Jota ir de
menor a mayor.
J.J Urquiza hizo méritos para ir ganando. Aunque
los haya gastado todos en el primer tiempo. Donde contó con un sistema ofensivo
compuesto por jugadores de muy buen pie, que le permitieron herir a la defensa
roja en cada ataque. Liderados por un Santibáñez que no solo convirtió el único
gol del partido de manera formidable, sino que marcó el camino de su equipo
hasta que pudo, con total inteligencia.
La única sociedad futbolística del Rojo
durante ese primer tiempo fue la de Brian Martínez y Jorge Casanova. Ambos, por
capacidad de maniobra y dominio del balón, fueron los mejores dentro de un
conjunto que no funcionaba como tal. En el segundo tiempo, se les sumó Elías Di
Biassi, por eso hubo cierta levantada general, más allá de que fue más producto
del empuje que de otra cosa.
Entonces que faltó? Lo dicho sobre todo en el
primer tiempo. Más sociedades, más conexión. Más jugadores agrupados para jugar
en los mismos sectores. O para progresar en la cancha con balón dominado, y sin
tantos “bochazos”. Cuando lo hizo (una vez en el primer tiempo que terminó en
remate de Kissner, y 3 o 4 en el complemento), lo hirió a Urquiza. Que
extrañamente salió a jugar el segundo tiempo como si no lo fuese ganando. Abierto,
buscando el segundo gol y arriesgando a ser empatado.
El esfuerzo no se negocia
Enzo Pelosi y Nicolás Kissner no fueron lo que
pueden ser. Es verdad que el equipo no los abasteció, pero ellos mismo no
pudieron sintonizar la frecuencia individual que muchas veces disimuló las
carencias del resto. Además, cuando Pelosi estaba levantando, Abeledo decidió
cambiarlo. Y el paraguayo Clementito González no fue solución. Es más. Le
quedaron 2 pelotas adentro del área y resolvió mal en ambas, con remates defectuosos.
Jones y Calabrese cumplieron. Sin destacarse.
El primero de menor a mayor. Tal vez recuperando de a poco el ritmo
futbolístico que aun no tiene. En el primer tiempo se lo notó distante. Pero en
el complemento empujó adelantándose y hasta habilitando con inteligencia a sus
compañeros de ataque. Lo de “Cala” debe observarse aún con menos lupa. Porque
volvió a jugar en una posición que no es la suya, y después de muchísimo
tiempo. Ocupándose más del trabajo táctico y de la ocupación correcta de los
espacios, que del juego mismo.
El otro punto altamente destacable es el de
Alberto Lobato. Era una gran incógnita, y respondió satisfactoriamente. Porque
en las primeras no se complicó nunca, rechazando sin vueltas cada pelota que
traía olor a peligro. Y luego fue creciendo en confianza, cortando y jugando,
para que el debut, más allá del resultado, le dibuje una sonrisa.
Pero más allá de los vaivenes en el
rendimiento, de los matices y las distancias, algo es ley en Camba. El esfuerzo
no se negocia. Y se nota en cada jugada.
Le faltó continuidad de juego. Aunque le sobró
coraje. El mismo que ofrecen estos jugadores yendo a entrenar sin cobrar, y
continuando con esta compleja causa llamada Cambaceres. Esperando soluciones.
Que van más allá del campo de juego y de los resultados. Tienen que ver con la
dignidad. Y con terminar de una vez por todas, con estas historias
insostenibles de sueldos atrasados, huelgas y viajes interminables.