Fue
un examen para la dirigencia del Rojo y para los organismos de seguridad. Jugar
en Ensenada, y a puertas cerradas, era una prueba para todos. Y resultó
exitosa. Afortunadamente, los hinchas entendieron el mensaje y todo transcurrió
dentro de los carriles normales. Los
simpatizantes no se acercaron el estadio y muchos siguieron el partido por
radio en el barrio 5 de Mayo. También otro grupo se reunió en la plaza del skate,
Mariano Moreno, para escuchar novedades.
En
los alrededores del “12 de Octubre”, un fuerte operativo policial. Vallados en
las calles principales para evitar inconvenientes.
El
acceso al estadio estuvo controlado por personal del Rojo y por efectivos de la Policía. Y la tribuna de
cemento tuvo una soledad pocas veces vista. El estadio de Camba mostró un aspecto inusual. Extrañó el aliento de sus simpatizantes, el colorido de las banderas y el ruido de los bombos.
Esta
vez los “hinchas” fueron los jugadores que formaron parte de los 18 y los
dirigentes. Los gritos y “murmullos” que se escucharon fueron de ellos. El
grito de gol de los relatores, que provenían de las cabinas, se sintió con
mayor claridad. Y las repercusiones de lo que pasaba en camino Rivadavia y
Quintana se replicaron en los barrios y en los diferentes lugares donde los
hinchas siguieron las alternativas del encuentro.