Por Jorge Daniel Testori
Hace 40 o 50 años, el barrio de Cambaceres era el lugar de residencia de familias de trabajadores de la Destilería YPF, del Astillero Río Santiago y de los Frigoríficos de Berisso.
Por lo tanto, los hijos de esas familias fuimos los postulantes lógicos para las aulas de la Escuela Industrial.
Con la escuela "vieja" en el centro de la ciudad, en las calles Sidoti y Perú, casi todos los alumnos la teníamos cerca, a diez o quince cuadras de distancia y a la que llegábamos en pocos minutos a pie o en bicicleta.
Ya en la nueva escuela en 1970, en las calles Horacio Cestino y Remedios de Escalada, la distancia y los tiempos se duplicaron.
Allí fue cuando apareció el micro 275 en nuestras vidas.
Comenzaba su recorrido en Bossinga y Francisco Cestino y ya a las pocas cuadras estaba colmado.
Al ingresar en la calle San Martín subía al micro el prototipo del hincha pelotas, "el flaco" Néstor Cardelli, un pibe de 13 o 14 años y con su 1,90 metros de altura y su eterno saquito azul, corto por todos lados.
Gritos, apretujones, bromas y quejas del conductor eran dirigidas y organizadas por "el flaco".
Al llegar a la calle Colombia el micro 275 se transformaba en el "rápido" sin escalas y llegaba exactamente a las 7.45 horas a la escuela, junto con el sonar de la campana ejecutado por la Señora Orphant o Bernarda Portillo, las auxiliares de la mañana.
El micro quedaba totalmente vacío y en los días que algún percance lo retrasaba dos o tres minutos, media escuela llegaba tarde y éramos sancionados con media falta.
De mi libro "MI ESCUELA INDUSTRIAL".