Por FRANCO PICATTO
A más
de 6 meses del último partido oficial, la cuenta regresiva parece haberse
detenido en un espiral de aplazamientos que reflejan una absurda realidad más
allá de la pandemia. La última categoría del fútbol argentino no “marca agenda”
ni mueve el amperímetro de intereses comerciales. La vuelta a la competencia
sigue siendo una incógnita.
Hecha
esta salvedad, la pandemia transparentó relaciones deterioradas por la desidia
y, muchas veces, abandonada a la suerte de acontecimientos fortuitos. La falta
de planificación no es casual ni una ocurrencia inestable de la pandemia.
Muchas veces se insistió en el desamparo de una categoría “pintoresca” para el
bagaje folclórico del ascenso nacional, pero desde las autoridades de la
entidad madre del fútbol siguen sin considerar las inequidades entre las
categorías superiores y la olvidada primera “D”. Partidos en días
inconvenientes y horarios insólitos en momentos que se podían programar
partidos. Hoy, sin entrenamientos posibles, y con un torneo incipiente en
suspenso, se siguen desestimando las urgencias de estos equipos.
Sin
siquiera poder medir las secuelas económicas, avanzar en definiciones sobre un
regreso efectivo de los entrenamientos permitiría proyectar cuestiones que
atañen al patrimonio del club. Por caso, Cambaceres extendió los contratos de
Matías Samaniego y Leonel García con el claro objetivo de “blindar” a sus
figuras, pero la inactividad es un factor preponderante para los eventos
futuros. El “Rojo”, al igual que sus competidores, corre riesgos desde la
respuesta física de sus jugadores frente a la competencia. En esa suma de
interrogantes, no se puede soslayar el impacto que puede tener en el inmediato
plano deportivo, donde el elenco del “Negro” Agüero permanece en puestos de
reducido en busca del ansiado ascenso.
Dentro del “parate” obligatorio, Cambaceres debió rearmarse, como si
estuviera en una pretemporada, por salidas de jugadores. La previsibilidad de un
club inserto en la estructura de Primera División dista años luz de las precariedades
con las que debe convivir un club del ascenso. Aunque suene una obviedad,
detrás de la pelota, se presentan historias mundanas, más cercanas con la
realidad cotidiana de millones de argentinos. Otras complicaciones añadidas a
la imperecedera cuarentena que interrumpen la continuidad de un proyecto. Algo
de eso tuvieron que ver las salidas de Facundo Garzino y Thaiel Alegre.
Cuestiones laborales que desplazaron la estadía en el primer equipo. A este
panorama inconcluso se le agregan puntos suspensivos. Pasaron recomendaciones,
quedan cabinas sanitizantes y un protocolo de desprolijidades que atraviesa
cualquier pandemia.