sábado, 26 de septiembre de 2020

PROTOCOLO PARA LA PACIENCIA


 Por FRANCO PICATTO

   A más de 6 meses del último partido oficial, la cuenta regresiva parece haberse detenido en un espiral de aplazamientos que reflejan una absurda realidad más allá de la pandemia. La última categoría del fútbol argentino no “marca agenda” ni mueve el amperímetro de intereses comerciales. La vuelta a la competencia sigue siendo una incógnita.

       Ayer se estableció que las fechas pactadas de los test y entrenamientos sufrirán otra postergación. En una reunión entre AFA y los representantes de la divisional, acordaron extender la cautela al 20 de octubre para los test serológicos y fijar el 23 de ese mes para la vuelta a los ensayos futbolísticos.

El escenario es fatídico y exige un tratamiento especial en el marco de una categoría compuesta por jugadores que no subsisten por el fútbol como medio de vida. En este sentido, la Primera D “corre con desventaja” por las implicaciones laborales de los futbolistas.

   Hecha esta salvedad, la pandemia transparentó relaciones deterioradas por la desidia y, muchas veces, abandonada a la suerte de acontecimientos fortuitos. La falta de planificación no es casual ni una ocurrencia inestable de la pandemia. Muchas veces se insistió en el desamparo de una categoría “pintoresca” para el bagaje folclórico del ascenso nacional, pero desde las autoridades de la entidad madre del fútbol siguen sin considerar las inequidades entre las categorías superiores y la olvidada primera “D”. Partidos en días inconvenientes y horarios insólitos en momentos que se podían programar partidos. Hoy, sin entrenamientos posibles, y con un torneo incipiente en suspenso, se siguen desestimando las urgencias de estos equipos.

   Sin siquiera poder medir las secuelas económicas, avanzar en definiciones sobre un regreso efectivo de los entrenamientos permitiría proyectar cuestiones que atañen al patrimonio del club. Por caso, Cambaceres extendió los contratos de Matías Samaniego y Leonel García con el claro objetivo de “blindar” a sus figuras, pero la inactividad es un factor preponderante para los eventos futuros. El “Rojo”, al igual que sus competidores, corre riesgos desde la respuesta física de sus jugadores frente a la competencia. En esa suma de interrogantes, no se puede soslayar el impacto que puede tener en el inmediato plano deportivo, donde el elenco del “Negro” Agüero permanece en puestos de reducido en busca del ansiado ascenso.

   Dentro del “parate” obligatorio, Cambaceres debió rearmarse, como si estuviera en una pretemporada, por salidas de jugadores. La previsibilidad de un club inserto en la estructura de Primera División dista años luz de las precariedades con las que debe convivir un club del ascenso. Aunque suene una obviedad, detrás de la pelota, se presentan historias mundanas, más cercanas con la realidad cotidiana de millones de argentinos. Otras complicaciones añadidas a la imperecedera cuarentena que interrumpen la continuidad de un proyecto. Algo de eso tuvieron que ver las salidas de Facundo Garzino y Thaiel Alegre. Cuestiones laborales que desplazaron la estadía en el primer equipo. A este panorama inconcluso se le agregan puntos suspensivos. Pasaron recomendaciones, quedan cabinas sanitizantes y un protocolo de desprolijidades que atraviesa cualquier pandemia.