Inolvidable. Histórico y para el infarto. Así resultó el partidazo que nos regalaron Cambaceres y Villa San Carlos. Lo tuvo absolutamente todo. Duelos futbolísticos y verbales. Momentos de buen juego de uno y otro. Polémicas por doquier, goles de todo tipo, y un final dramático con el empate de Cambaceres sobre la hora. Pero por sobre todas las cosas, tuvo la grandeza de todos los protagonistas, que construyeron con orgullo y pasión, un hermoso e inolvidable clásico.
Fue como una película de suspenso, nadie podía prever el final. Nadie sabía quien iba a ser el héroe ni el villano. Lo único que todos sabían era que la emoción iba a ser la protagonista estelar de la tarde. Y vaya si lo fue. La Villa y Camba se entregaron por completo en un duelo atrapante, electrizante y a la altura de las expectativas para un clásico ribereño que se hizo esperar por más de 21 años. Un partidazo en el que los dos compartieron méritos y virtudes, y en el que nunca, hasta el final, aun cuando La Villa lo ganaba 2 a 1 con un jugador menos, podía develarse el desenlace.
Arrancó mejor Cambaceres que tuvo el dominio de la posicional del balón y del territorio. Para ello fue clave la sorpresa táctica que implementó Lalo Borgarelli. Tres en el fondo, con todos los riesgos que esto implicaba en una cancha como la de Gimnasia, pero con cuatro volantes encargados de mantener a San Carlos bien lejos de la defensa, y bien cerca del arquero Spina. Así, con Ceccatto y Gamberini ganando casi todos los rebotes, y jugando para el buen pie de Damián Manes (que hizo un muy buen partido), Soria, flotaba por encima de la linea de cuatro volantes y encerraba a los de La Villa en su propio terreno.
Fueron 30 minutos de supremacía del Rojo a los que San Carlos no podía encontrarle la vuelta. Sin embargo, Camba carecía de profundidad, porque Jaime amagó más de lo que concretó, y porque la defensa villera, con Slezack, y Ochandorena como abanderados, rechazaban todo lo que venía. Claro que lo rechazaban y volvía. Porque adelante ni Salinas ni Miranda podían aguantar la pelota aunque sea un ratito.
Sin embargo, en los últimos quince minutos, La Villa empezó a salir, y a través de la velocidad de Avalo Piedrabuena por derecha, y de algunas apariciones de Salinas y Martini, con cierto crecimiento de Oroná, equilibró el encuentro desde lo táctico, y lo desequilibró desde las situaciones de gol.
Porque Camba, con la pelota en su poder, solo había tenido una de Jaime, en la que hizo un enganche de más. Pero San Carlos tuvo 3 clarísimas, un mano a mano del pájaro Miranda que definió mal, otro de Martini que Dell Orto salvó en la raya, y una doble con Rotondo y Oroná perdiéndose dos goles imposibles. Esto, sumado al claro penal que el impresentable de Velarde no cobró sobre el "pollo" Raverta (cobró tiro libre y había sido un metro adentro). Era el presagio de un arbitraje de terror que incluyó para nosotros la invalidez del gol de Vevenis.
El complemento trajo las emociones más fuertes. Arrancó parecido al primero, pero con La Villa más abierta al contragolpe, y Camba con más peso ofensivo. Porque entró Yañiz, y López se tiró de enganche, y porque el cansancio, y los nervios que fueron mermando, descomprimieron inhibiciones. El gol que San Carlos no podía hacer, lo hizo el rojo en contra. Damián Soria quiso rechazar defensivamente de primera, y tras la pifia, la colocó de emboquillada sobre el propio Lacerre. Increíble pero real, y había que seguir.
Y siguió Camba que no se amedrentó, y aprovechó la inconciencia de Rotondo de hacerse expulsar. En un corner ejecutado por Manes, el "killy" González metió un anticipo de cabeza al primer palo para que exploten las almas rojas en el estadio del Lobo. Parecía que iba a ser el envión anímico para Camba, y que podía darlo vuelta, más allá de que el partido era realmente parejo, y La Villa se mostraba punzante, sobre todo con el ingreso refrescante de Andrés Medina.
Justamente él, fue la lleve del segundo polémico gol. Desbordó por derecha, la peinó Salinas y Vevenis que también le venía dando aire con su ingreso al equipo, la cabeceó de emboquillada, Dell Orto volvió a sacarla sobre la línea y Velarde, a instancias del línea cobró gol. Será difícil determinarlo, pero desde nuestra posición, a nosotros nos pareció que la pelota no entró.
Borgarelli puso todo lo que tenía, Massolo, el tercer delantero y Di Biassi, el segundo enganche. Más no podía hacer. En La Villa apostaron a Ocampo para no perder peso arriba, y tratar de aguantarla un poco. La Villa después del segundo dominó el partido desde el contragolpe que le daban la velocidad de Avalo Piedrabuena (la figura), más Vevenis y Medina. Pero desperdició un par de contras y ya se sabe, si Camba queda con vida, resucita.
Y resucitó. En el último minuto, la peinaron por la derecha para Miguel López, y este sacó un remate cruzado e inatajable. Fue el desencadenante del partido y de la locura. Adentro y afuera de la cancha. Con festejos agresivos incluidos, de parte de algunos plateistas que inclusive rompieron un acrílico y se lo arrojaron al banco villero. Algunos jugadores del Celeste reaccionaron, y Lacerre, que quiso hacer justicia por mano propia, fue expulsado. Un final tan dramático como escandaloso.
Pero gracias a Dios no alcanzó para empañar el partidazo que ya habían construido. Con todo el fervor y la rivalidad de un clásico jugado con mucho olor a barrio y a fútbol amateur, el partido se terminó entre las risas de los de Rojo, y la bronca de los de celeste. Allá arriba, los emocionados hinchas de Camba se fueron festejando haber salvado el honor sobre la hora gracias a esos soldados vestidos de rojo. Allá lejos, en Berisso, los hinchas que siguieron el partido por radio, preparaban una increible fiesta en la Avenida Montevideo para recibir a sus jugadores y agradecerles tanto sacrificio.
Era la mejor síntesis de una tarde llena de conmovedoras demostraciones de amor a la camiseta. De los jugadores que las defendieron a muerte, y de los hinchas que estarán eternamente agradecidos por semejante histórica e inolvidable fiesta, vivida después de 21 interminables años...
Fue como una película de suspenso, nadie podía prever el final. Nadie sabía quien iba a ser el héroe ni el villano. Lo único que todos sabían era que la emoción iba a ser la protagonista estelar de la tarde. Y vaya si lo fue. La Villa y Camba se entregaron por completo en un duelo atrapante, electrizante y a la altura de las expectativas para un clásico ribereño que se hizo esperar por más de 21 años. Un partidazo en el que los dos compartieron méritos y virtudes, y en el que nunca, hasta el final, aun cuando La Villa lo ganaba 2 a 1 con un jugador menos, podía develarse el desenlace.
Arrancó mejor Cambaceres que tuvo el dominio de la posicional del balón y del territorio. Para ello fue clave la sorpresa táctica que implementó Lalo Borgarelli. Tres en el fondo, con todos los riesgos que esto implicaba en una cancha como la de Gimnasia, pero con cuatro volantes encargados de mantener a San Carlos bien lejos de la defensa, y bien cerca del arquero Spina. Así, con Ceccatto y Gamberini ganando casi todos los rebotes, y jugando para el buen pie de Damián Manes (que hizo un muy buen partido), Soria, flotaba por encima de la linea de cuatro volantes y encerraba a los de La Villa en su propio terreno.
Fueron 30 minutos de supremacía del Rojo a los que San Carlos no podía encontrarle la vuelta. Sin embargo, Camba carecía de profundidad, porque Jaime amagó más de lo que concretó, y porque la defensa villera, con Slezack, y Ochandorena como abanderados, rechazaban todo lo que venía. Claro que lo rechazaban y volvía. Porque adelante ni Salinas ni Miranda podían aguantar la pelota aunque sea un ratito.
Sin embargo, en los últimos quince minutos, La Villa empezó a salir, y a través de la velocidad de Avalo Piedrabuena por derecha, y de algunas apariciones de Salinas y Martini, con cierto crecimiento de Oroná, equilibró el encuentro desde lo táctico, y lo desequilibró desde las situaciones de gol.
Porque Camba, con la pelota en su poder, solo había tenido una de Jaime, en la que hizo un enganche de más. Pero San Carlos tuvo 3 clarísimas, un mano a mano del pájaro Miranda que definió mal, otro de Martini que Dell Orto salvó en la raya, y una doble con Rotondo y Oroná perdiéndose dos goles imposibles. Esto, sumado al claro penal que el impresentable de Velarde no cobró sobre el "pollo" Raverta (cobró tiro libre y había sido un metro adentro). Era el presagio de un arbitraje de terror que incluyó para nosotros la invalidez del gol de Vevenis.
El complemento trajo las emociones más fuertes. Arrancó parecido al primero, pero con La Villa más abierta al contragolpe, y Camba con más peso ofensivo. Porque entró Yañiz, y López se tiró de enganche, y porque el cansancio, y los nervios que fueron mermando, descomprimieron inhibiciones. El gol que San Carlos no podía hacer, lo hizo el rojo en contra. Damián Soria quiso rechazar defensivamente de primera, y tras la pifia, la colocó de emboquillada sobre el propio Lacerre. Increíble pero real, y había que seguir.
Y siguió Camba que no se amedrentó, y aprovechó la inconciencia de Rotondo de hacerse expulsar. En un corner ejecutado por Manes, el "killy" González metió un anticipo de cabeza al primer palo para que exploten las almas rojas en el estadio del Lobo. Parecía que iba a ser el envión anímico para Camba, y que podía darlo vuelta, más allá de que el partido era realmente parejo, y La Villa se mostraba punzante, sobre todo con el ingreso refrescante de Andrés Medina.
Justamente él, fue la lleve del segundo polémico gol. Desbordó por derecha, la peinó Salinas y Vevenis que también le venía dando aire con su ingreso al equipo, la cabeceó de emboquillada, Dell Orto volvió a sacarla sobre la línea y Velarde, a instancias del línea cobró gol. Será difícil determinarlo, pero desde nuestra posición, a nosotros nos pareció que la pelota no entró.
Borgarelli puso todo lo que tenía, Massolo, el tercer delantero y Di Biassi, el segundo enganche. Más no podía hacer. En La Villa apostaron a Ocampo para no perder peso arriba, y tratar de aguantarla un poco. La Villa después del segundo dominó el partido desde el contragolpe que le daban la velocidad de Avalo Piedrabuena (la figura), más Vevenis y Medina. Pero desperdició un par de contras y ya se sabe, si Camba queda con vida, resucita.
Y resucitó. En el último minuto, la peinaron por la derecha para Miguel López, y este sacó un remate cruzado e inatajable. Fue el desencadenante del partido y de la locura. Adentro y afuera de la cancha. Con festejos agresivos incluidos, de parte de algunos plateistas que inclusive rompieron un acrílico y se lo arrojaron al banco villero. Algunos jugadores del Celeste reaccionaron, y Lacerre, que quiso hacer justicia por mano propia, fue expulsado. Un final tan dramático como escandaloso.
Pero gracias a Dios no alcanzó para empañar el partidazo que ya habían construido. Con todo el fervor y la rivalidad de un clásico jugado con mucho olor a barrio y a fútbol amateur, el partido se terminó entre las risas de los de Rojo, y la bronca de los de celeste. Allá arriba, los emocionados hinchas de Camba se fueron festejando haber salvado el honor sobre la hora gracias a esos soldados vestidos de rojo. Allá lejos, en Berisso, los hinchas que siguieron el partido por radio, preparaban una increible fiesta en la Avenida Montevideo para recibir a sus jugadores y agradecerles tanto sacrificio.
Era la mejor síntesis de una tarde llena de conmovedoras demostraciones de amor a la camiseta. De los jugadores que las defendieron a muerte, y de los hinchas que estarán eternamente agradecidos por semejante histórica e inolvidable fiesta, vivida después de 21 interminables años...