Por Christian D Agnillo
Desapacible tarde gris.
La Paternal, sábado a la tarde y la impaciencia comenzaba a ser
indomable. Volvía a rodar la caprichosa y junto a mi vieja cómplice nos
entendimos:
- Vamos? Hace frío... no?
- Si te la bancas ...el problema con el frio es por vos no
por mí.
Brevísimo café y al 147 blanco a surcar otra coordenada inédita
hasta ese entonces, cercanías de Tablada quizás y ver por allí adonde nos depositaba
esta vez nuestra pasión en común. Inentendible para ensenadenses, tal vez,
largamente justificables para nosotros dos, porteños.
Jornada impiadosa, avenida Crovara al fondo, difícil cruce
de camino de Cintura. Los monoblocks de Villegas de un lado y del otro, un gran
barrio de emergencia le daban un tinte picante a nuestra
excursión. Pero había
que estar, no importaba nada. Nos guiaba el sentir de esa ficción que
caprichosamente podía mejorar o no una jornada. Yo con mis valientes e inconscientes
dos décadas a cuestas sabia del respeto pero no del temor. Bandera que
seguramente recogí de mi aliada. Nos adentramos en terreno rival y no quedó
otra que preguntar.
- La primera a la derecha y haces 4 cuadras "nos
dijeron los que parecían más pacíficos.
Nos bajamos sacamos las entradas y nos sentimos bieeen visitantes
para que mentir. Todos enfundados en celeste y blanco, nosotros pilcha de civil
desentonando prácticamente. No conocía la cancha de Liniers, si no me equivoco
era nuevita y si mi memoria no me deja mentir habían subido de la D. La
expectativa era desbordante para la convocatoria que ese club tiene en el
presente. Dos tribunas, una enfrente con los más ruidosos. La otra se suponía
nuestra, visitante. También oronda de colorido albiceleste. Nos miramos,
pensamos bue, ya estamos acá será jugar al mudito. Más fuerte se hizo nuestro
amor cuando el rojo pisó la cancha y la bienvenida no fue gratificante. Estábamos
rodeados y supimos que tal vez éramos los únicos hinchas de Camba esa tarde,
salvo que algún otro valiente estuviese camuflado.
Del mucho ruido a las nueces...y el nogal fue nuestro entero
de punta a punta. La jerarquía que desparramaban los nuestros aumentaba la impotencia
de los rivales y ni hablar de los habitantes de las gradas. La baja temperatura
ya no molestaba, nos divertíamos en silencio compartiendo los puchos para
mitigar el frio. Poco importó no gritar los dos primeros goles. En algún
momento bajamos al alambrado a ver desde más cerca. La autoridad y la clase era
abismal. Un zaguero imponente, el gitano De Felice ordenaba atrás. Un 10 de
hostias, el mago Aragón dejaba de todos los colores las caras de sus marcadores
cada vez que intentaban marcarlo. Y un nene que ni tal vez él lo recuerde...no
sé si llevaba la 9 o la 11. Se le fue larga una pelota ahí donde estábamos
nosotros. Un vendaval de inauditos insultos se desató contra él. Miró a la
tribuna, eligió solo a uno y le dijo:
- Sabes cuál es la diferencia entre vos y yo? Acto seguido
tomó la camiseta de Camba y la besó. Inigualable souvenir para un amor
incondicional para tatuarlo entre los momentos más gloriosos junto a nuestro
CAMBACERES. Minutos más tarde convertía ese mismo pibe y nos atrevimos gritar
con algo de disimulo el gol de Caldera. Final 3-0. Salimos mezclados con los
locales, volvimos al rodado, cerramos la puerta y empezamos a decir adiós a una
jornada feliz. Solo atiné a decir:
- Va a ser un buen año.
Ella me cubrió con una sonrisa que llegó de ventana a
ventana y asintió.
Ese fue el primer triunfo del año que nuestro CAMBACERES
ascendió a la B.
Y a tus atardeceres rojos se acostumbraron mis ojos.