Por Franco Picatto
Tras varios meses de espera desde su última presentación oficial, el reloj de arena dejó caer su último granito para cimentar las bases de una solvente campaña que lo saque del subsuelo del fútbol argentino. Cambaceres apostó fuerte y encolumnó un equipo de vuelo futbolístico en una categoría de la que quiere despegar. Señales positivas en una tarde donde el resultado quedó corto.
El “morbo” de la depuración, con salidas inesperadas de
jugadores del riñón del club, y la llegada de figuras rutilantes desde el
núcleo de la Primera D , entretuvieron las horas ausentes de fútbol en este
receso. Ayer, Cambaceres salió del letargo y se vieron los primeros retazos de
un equipo que reúne nombres de jerarquía combinado con el nutrido remanente de
jugadores surgidos del club. La lucha por el ascenso ya no será un espejismo
ilusorio, o siguiendo la línea de bajo perfil que pregonan desde el cuerpo
técnico, por lo menos es una alternativa viable. Obvio que la impaciencia de
los hinchas considera al ascenso como prioridad. Hasta una porción del
periodismo exitista propone degustar las mieles del éxito antes de abrir el
tarro.
La mesura es un capital que cotiza alto en tiempos de
profecías falsas e histeria generalizada. No hay peor pecado que otorgar
crédito a jugadores sin pasado en el club ni visos de un futuro esperanzador.
Es una máxima que se cumple en el brillo de los palcos del Real Madrid o en los
paravalanchas oxidados del ascenso. La calidad se acompaña con paciencia y, en
el caso de la Primera D, aparte hace falta equilibrio entre neutralizar y
potenciar. Atacar sin que eso suponga retroceder desordenado o defender
resignando vocación ofensiva. Si la búsqueda consiste en ocupar espacios sin
lastimar, se cae en una inercia colectiva dentro de un esquema con
funcionamiento ineficaz. Los recursos adaptados a las necesidades de una
categoría sin lucimiento, obligan a una evidente practicidad. Está claro que,
por lo mostrado ayer, Cambaceres quiere despegarse del resto.
Con el análisis del lunes, corregir desde un triunfo hubiese
significado mayor alivio, pero Cambaceres se ahorró la tensión de los nervios
iniciales que minan rendimientos. En otros tiempos de inestabilidad y timones
débiles, los técnicos les delegaban la presión a los jugadores y era el
principal instinto de conservación, hasta que los resultados precipitaban las
salidas. Seguramente, dentro de las sensaciones que recogió el “Ruso” Da Ponte
luego del partido, ese arrojo de sus dirigidos desde el minuto 0 le habrá dado
tranquilidad. El orden que impuso Rosa Quintero desde el fondo, el cerebro de
Ferrario y la exigencia de Ybares, sin dudas que fueron indicios para
consolidar en lo inmediato. Eso sumado a movimientos novedosos, como el retraso
de Squie hacia la zaga central. Del gol de Torancio se pueden apreciar muchas
virtudes, desde la conducción de Ferrario hasta la irrupción de Elías para
tomar contacto con el gol.
El vértigo desde el inicio no admitió cautela ni margen para
plantear un ida y vuelta frenético contra Liniers, rival respetable. La audacia
garantiza mayor propensión al éxito y los apremios se pueden sortear con
holgura de equipo con “chapa”de candidato. Sin favoritismos ni estirpe otrora
ganadora, Cambaceres afronta otro torneo más enlodado en la D, pero la premisa
no
será “salvar la ropa” sino que la apuesta que se impone es
recibir el Centenario: ”Unidos o dominados”. El resto, se está por escribir.